Esto sí que ha sido un encuentro de
lo más fascinante:
preparar la biblioteca con la emoción de
saber que en un rato, estaremos escuchado a viva voz, cómo la autora de
Alma y la isla, se inspiró en sus propias vivencias, en sus
intereses, en sus lecturas cotidianas, en personas reales, para elaborar un
libro, con tanta carga emocional que nos conecta de inmediato con la cruel realidad que sufren los
cientos de inmigrantes que actualmente desembarcan en nuestras costas.
En efecto, hablamos de Mónica Rodríguez Suárez, física y escritora, autora de Alma y la Isla, El hilo de Clara, Umiko, y
tantos otros títulos con premios reconocidos de la literatura infantil y
juvenil.
Su visita se debe al Programa de encuentros literarios que anualmente organiza la Junta de Extremadura.
Este programa lleva a los autores de
nuestra literatura actual a los centros educativos para el desarrollo de una
actividad literaria, con el objetivo de fomentar la lectura entre los
jóvenes.
Este encuentro ha permitido a nuestro
alumnado conocer personalmente a la autora, dialogar con ella sobre sus
obras, averiguar los cómo y los porqués de su profesión y adentrarse en el
proceso de creación literaria.
Les ha dado la oportunidad de entender mejor lo que hay detrás de cada
relato, lo que supone un importante estímulo para el desarrollo de la
afición lectora.
Su voz serena, su escucha paciente, su sensibilidad social y
su empatía, ha envuelto nuestra biblioteca de palabras que cuentan historias
que te enganchan y te sumergen en un mundo irreal con tintes de la
vida cotidiana que de otra manera pasarían de largo.
Y es precisamente la lectura de libros como el de Alma y la isla, el que
ha despertado el interés social de nuestro alumnado, atento a cada
palabra de la autora, sin perder el hilo de sus
relatos.
Mónica consigue conectarnos con sus historias. Textos descriptivos
al detalle, manipulación exquisita del vocabulario, deliciosas ilustraciones, que nos hacen cómplices de otras vidas.
"Llegó de la mano de mi padre. Era muy negra. Solo se le veían
los ojos blancos y asustados y los bucles cayéndole por las
mejillas.
Para llegar hasta aquí había hecho un viaje muy
largo. Yo lo sabía. Pero a mí solo me parecía un
demonio.
Mi padre, que es pescador y que la había
sacado de las aguas, decidió traerla a
casa.
Nadie sabía su nombre, pero mi padre
dijo que se llamaba Alma."