Era un
frío día de invierno cuando a Foki se le rompió el reloj y no le quedó más
remedio que ir a arreglarlo. Cuando llegó a la única relojería del pueblo se
encontró una casa con pinta de ser muy antigua. Cuando Foki entró, una señora
mayor le dijo que se pusiera cómodo y que esperase a que se lo arreglara.
-Hola, ¿hay
alguien?
-Hola. Muy
buenas. ¿Quiere que le arregle el reloj?
-Sí, por
favor.
-Vale, por
favor póngase cómodo mientras mi marido le trae un té con pastas.
-No hace
falta que sea tan amable.
-No, al
contrario, siéntese.
Yo accedí y después de un rato, empecé a oír
una vocecilla que decía: “¡Socorro!” y que venía de unas escaleras y cuando
subí... Me encontré una lagartija parlante gritando socorro porque una araña gigante
se la quería comer. Entonces vi una espada, la cogí y acabé con esa bestia. La
lagartija me lo agradeció como pudo y desapareció. Y me aventuré a viajar por
ese extraño lugar.
Guillermo Muñoz Pardo. 6º Primaria
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