LA CASA DE ENFRENTE
II
Tengo veintidós años. El trauma que sufrí cuando
tenía doce años me dura en la cabeza. Gané muchos premios con mi invención: El
Olvidator. Todavía funciona, pero tiene efectos secundarios, como volverte loco
o una extraña afición a las máquinas expendedoras (gracias a eso no me queda
casi dinero). Lo he pensado mucho durante día y noche y creo que voy a volver a
ver qué pasa enfrente de mi antigua casa (sí, me he mudado) a ver que narices
pasa allí.
Mañana cogeré el primer vuelo hacia mi país (que el
olvidator me hizo olvidar su nombre).
Pero antes tengo que ir preparado por si esa
extraña sombra vuelve a atacarme: una daga, botiquín, galletas, mi consola
portátil, ropa, mi móvil y barritas energéticas.
Puse el despertador a las seis de la mañana y me
fui a ver la tele. Peo me quedé dormido y me despertó el sonido del tráfico.
Miré la hora y eran las seis menos diez de la mañana.
Sin pensármelo dos veces, cogí mi mochila y cogí el
coche.
Una vez en el aeropuerto, había una cola de por lo
menos medio kilómetro de longitud. Así que hice una reserva falsa en la web del
aeropuerto (sí, soy hacker) Y me puse la ropa más arreglada que llevaba en la
mochila y fui por la zona VIP.
Cuando embarqué, el vuelo se me hizo muy largo y
decidí sacar mi consola portátil.
Una hora y media más tarde…
Nada más bajar del avión cogí corriendo el bus y
fui hasta mi calle. Mi casa estaba abandonada y las paredes estaban mohosas.
Miré la casa de enfrente y estaba igual que cuando tenía doce años. Me pareció
muy extraño. Entonces lo vi: Aquella traumática sombra oscura y de ojos rojos
entró rápidamente en aquella casa.
Con la daga en la mano me acerqué hacia la puerta,
pero un cuchillo me pasó silbándome los oídos. Clavé la daga en la puerta
sucumbido por la ira. Pero aquella extraña sombra abrió la puerta que me dio en
todos los labios, (los que me reventó). Hacía mucho que no probaba la sangre.
Lancé la daga, pero le atravesó sin hacerle ningún
tipo de daño.
Me quedé alucinando en colores. Pero mis reflejos
respondieron bien y los siguientes tres cuchillos que me lanzó los esquivé sin
problemas. Me retiré detrás de mi casa y con una gasa me limpié la sangre de
mis labios.
Pero la sombra no daba tregua. Con un gruñido
espectral, cogió y me tiró una silla plegable negra a la cabeza pero la
esquivé. Busqué en mi mochila y le tiré las barritas energéticas a la boca y se
las tragó. Durante unos segundos no pasó nada,
pero después el monstruo se retorció y se tiró al suelo con las manos en
la tripa, segundos después, explotó.
No me percaté de que tenía sangre y órganos de
monstruo en la boca.
Grité a pleno pulmón: ¡SIII!
Una vez vencido el monstruo, vendí mi antigua casa
y recompré la mía y la de mi extraño vecino. Tardé como dos o tres meses en
trasladar todo y comprar nuevas cosas.
El día que me senté en el sofá de mi casa con el
mando de la consola entre mis manos pensé: esto es como si tuviera doce años.
FIN
Juan Peguero García. 6º Primaria
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