Érase una vez
una princesa muy muy bella que llevaba dos días en un castillo encerrada o
mejor dicho prisionera.
Un joven que
pasaba por allí la oyó gritar: ¡Soy la princesa que ha desaparecido hace dos
días!
El joven subió a
la torre y, cuando la vio, dijo: ¿Cómo a una princesa tan bella como a usted la
han podido encerrar en esta torre?
La princesa
contestó: ¡Vámonos de aquí, que es la hora de la comida y vienen a dármela!
Él la cogió y
los dos bajaron de la torre.
-¿Cómo te
llamas?
-Soy la princesa
Azahara. ¿Y tú?
-Soy Abderramán.
Éste fue por
todo el pueblo anunciando que la había encontrado.
Luego, la llevó
al palacio y se la entregó al rey y a la reina. El rey le dijo emocionado que,
por librarla de su cautiverio, le concedería su mano.
El chico
entusiasmado dijo que sí.
Cuando ya casi
había llegado la boda, repartieron invitaciones a todo el pueblo.
Dos semanas después...
¡llegó la boda!
Todo el mundo
fue llegando.
Según entraban,
le daban los regalos y le decían a Abderramán: ¡Qué suerte has tenido!
Cuando fue la
hora de declararse, los dos aceptaron, y colorín colorado este cuento se ha
acabado. Con la gente llorando.
Inés Corrales González. 5º A
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