Pablo era un hombre al que le encantaban
las aventuras. Había recorrido casi todo el mundo pero pocas veces le pasaba
algo emocionante. Un día, decidió que se iba a ir a la selva amazónica. Llamó a
unos amigos y les preguntó si querían ir en él. Solo le dijeron que irían dos
amigos. Al día siguiente partieron hacia Brasil en un avión. Después se fueron
a la selva. Cuando llegaron ya era la hora de cenar y Pablo dijo que iba a
pescar algo en el río. Se fabricó una caña con un palo y una liana y pescó un
pez, pero no se dio cuenta de que era una piraña y cuando la cogió le mordió la
mano y se escapó. Le pidió a sus amigos que probaran ellos y uno consiguió
pescar dos peces. Entonces hicieron un fuego y los cocinaron y se los comieron.
Cuando oscureció, de repente se puso a
llover. Pedro dijo que tenían que construir un refugio para no mojarse. Lo
construyeron encima de un árbol para que no les picaran serpientes ni
escorpiones mientras dormían. Para el suelo y las paredes utilizaron palos y
para el techo, hojas de palmera. Les quedó bastante bien.
Al día siguiente, desayunaron unos frutos
que habían encontrado en un matorral. Pablo dijo que quería ir a explorar un
poco y se encontró con una anaconda. Quiso huir pero la anaconda se enroscó a
su alrededor. Gritó todo lo que pudo y sus amigos le oyeron y llegaron justo a
tiempo para salvarle porque ya se estaba ahogando. Después de eso, Pablo dijo
que volvieran ya a España porque había vivido suficientes aventuras.
Andrea Domínguez
Mateo, 5º A
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