Elena Pérez Rodríguez nos ofrece la lectura de esta leyenda.
Muchos siglos
atrás vivía en una cueva al pie de las colinas de Wawel el dragón más horrible
que jamás se haya visto. Era un monstruo que asolaba las cercanías de las
colinas y devoraba el ganado que pastaba allí.
Los caballeros
más valientes trataron de vencerlo una y mil veces, pero todo esfuerzo era
inútil. Antes de que los caballeros pudieran desenvainar sus espadas, el fuego
que el dragón lanzaba por su boca los destruía. Y así uno tras otro fueron
todos derrotados.
Entonces el rey
envió a sus heraldos a recorrer sus tierras anunciando que aquel caballero que
pudiera vencer al dragón se casaría con su hija y heredaría el trono.
Un gran número de
caballeros, tentados por esta fabulosa oportunidad fueron al encuentro del
dragón, pero uno tras otro fueron destruidos. El rey cayó en la desesperanza,
su hija comenzó a creer que jamás se casaría y el reino se empobreció cada vez
más.
Un día un joven
zapatero llamado Krak elaboró un plan para conquistar a la bestia: pondría una
gran golosina en una rama embebida en sulfuro y después la dejaría en la
entrada de la cueva. El dragón, que era tonto y glotón, tragaría el tramposo
regalo de un bocado. Así lo hizo.
La garganta del
dragón ardió tanto que debió correr hasta el río Vístula para apagar su dolor,
y tomó tanta agua que estalló en medio de un gran ruido. Desde entonces el pueblo quedó liberado de su
terror.
El zapatero se
casó con la hija del rey y luego de la muerte del monarca, ascendió al trono.
El pueblo que él rescató del poder del Dragón de Wawel tomó su nombre y con
gran honor la vieja capital de Polonia es conocida como Cracovia (Kraków).
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