Arturo, un señor
de unos cincuenta años, bajo, regordete y con barba, se dirigía a casa con su
coche ya entrada la noche cuando se encontró, en medio de la carretera., a un señor
mayor que parecía un mendigo. Frenó el coche con rapidez y le preguntó qué le
pasaba. El hombre le entregó un libro y desapareció en la oscuridad de la
noche. Arturo, confuso, se metió en el coche con el libro y siguió su camino.
Ya en casa echó un vistazo al escrito. Se trataba de un libro muy antiguo de
casi seiscientos años que estaba en otro idioma.
Al día
siguiente, Arturo llevó el libro a un especialista, que se quedó paralizado al
verlo.
-¡Qué tiene
usted, madre mía! ¡Es valiosísimo!, dijo el especialista.
-¿De veras?
¿Cuánto puede valer?, dijo Arturo.
- ¡Más de un
millón de euros!, gritó el especialista.
Arturo salió de
la tienda. Pero cuando iba a coger el coche, un hombre con un cuchillo le
gritó: ¡Dame el libro ahora mismo o te mato! Asustado, Arturo salió corriendo
con su coche. De camino volvió a encontrarse con el mendigo. El hombre tiró una
llave y volvió a salir corriendo. En la llave se podía leer: HACIA EL NORTE
DEBERÁS IR PARA EL TESORO ENCONTRAR, NECESITARÁS ESTA LLAVE, UN RARO COLLAR Y
EL LIBRO EL REY MORAT. Arturo siguió hacia el norte siguiendo las indicaciones,
pero entonces escuchó un coche que le seguía. Pudo distinguir al hombre que le
había atacado antes y a otros tres más. Paró el coche, y salió corriendo. Ya en
el bosque volvió a encontrar al mendigo que le dijo:
-Ven rápido
conmigo, te siguen.
Arturo aunque
algo desconfiado, le siguió hasta una gran roca en la que había una cavidad
para meter la llave y otra para meter un colgante.
- Meta su
colgante y la llave, también debe leer la segunda página del libro, dijo el
mendigo.
- ¡Ah! para eso
me querías... Lo haré, dijo Arturo.
Este empezó a
leer. Cuando acabó, una puerta se abrió en la enorme roca. Dentro había un
cofre. Los dos cogieron el cofre y se fueron de allí. Entonces el mendigo, se
quitó la ropa, que en realidad era un disfraz. Arturo se quedó paralizado.
Entonces el señor dijo:
- En realidad no
soy un mendigo. Me llamo Matio Hulkey y soy el director del museo más importante
de Londres.
- ¿De verdad?
Dijo Arturo.
- Sí y el tesoro
es suyo, pero ahora me gustaría pedirle que me lo dejara prestado para
exponerlo en mi museo.
- Claro que sí.
Será un orgullo para mí, respondió Arturo.
Desde entonces,
los dos son grandes amigos y Arturo, siempre que puede, le visita. A él y a su
tesoro.
IGNACIO IGLESIAS, 6ºA
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